viernes, 23 de marzo de 2007

Cuento de Febrero...

Era una mañana de febrero, la gente corría, subía y bajaba las escaleras del metro como siempre, la rutina diaria. Sin embargo había alguien que tropezaba debido a la lentitud de su caminar. Una joven de nombre: Claudia.

Algo pasaba en su mirada, la tristeza y angustia recorrían su rostro; sin embargo al llegar al vagón, se sentó junto a una ventana y entro en un profundo sueño.

Estaba ahí,, junto a ella, escuchaba la música tan alto que ella sentía el tímpano le estallaría, lo observo durante varios minutos sin que el se inmutara, hasta que ya no aguanto mas y toco su hombro para pedirle un poco de silencio.
Lo que encontró fue una mirada realmente amenazadora, sintió como su cuerpo comenzó a temblar, sus manos sudaron frió y sus pupilas se dilataron por completo, estaba atónita.

Su nombre era Rodrigo, lo sabia porque en su mochila venia bordado en unos parches en color rojo y negro. Claudia simplemente dejo de respirar por un momento, la mirada era tan penetrante que no pudo soltar una sola palabra, la música cada vez era mas fuerte, un olor a quemado se respiraba y un ambiente a tensión comenzó a paralizar no solo su cuerpo, sino al vagón completo, la velocidad ascendió, Rodrigo soltó una sonrisa, no era solamente maliciosa, también amenazadora.

El tren se había salido por completo de control, las vías rechinaban aun mas intenso que la música, la gente gritaba, el chico se puso de pie frente a Claudia, la tomo de la mano y la abrazo fuertemente.

La muerte fue el primer pensamiento que tuvo aquella mujer, su vida pasó tan rápido como el metro, sus sonrisas y llantos se vieron reflejados en una pantalla neuronal, como en el cine. De pronto una explosión cegó su vista.

La próxima parada era chabacano, ahí bajaría, escucho la grabación cuando creía estaba muerta, se levanto aun desesperada y camino a la puerta, bajo y se dispuso a hacer un cambio de línea.

martes, 20 de marzo de 2007

El hogar...

Anoche mientras lavaba los platos, recordé cuando mi madre me decía que era una consentida, siempre lo negué, es una forma de retarla.

Mientras mas lejos estoy, entiendo mejor a lo que se refería.

Cuando regreso a Chiapas, siempre peleo la ventanilla, esa sensación de ver a tu gente, pisar tu suelo y pertenecer a un mundo.

San Cristóbal tiene lugares que aun no conozco, podría pasar describiendo cada espacio, pero existe un rincón, el mirador donde las noches de melancolía hacían presencia, ahí lloraba, escribía, reía y soñaba.

Extraño ese lugar, con ansia necesito volver, a mi “pueblo”, al aroma de provincia, hogar, chocolate, familia, café y despedida.

domingo, 11 de marzo de 2007

Manitas...

Cuando veía mis manos reía, nunca le había puesto tanta atención a lo que podían significar.

Mis manos son pequeñas, con los dedos cortos y las uñas mordidas, el estrés se maneja así, con los dientes afilados.

En boca de un gran conocedor, mis palmas son de niño juega tierra y al reverso de una persona anciana. Ahí estaba todo lo necesario para saber;así soy yo, tal cual son mis manos, una anciana joven, que disfruta la vida y se sorprende como un niño con tierra húmeda en las manos.

Observando bien de perfil, a la mitad de los dedos se encuentra una pequeña división, casi imperceptible, que marca ese equilibrio.

El sobrenombre es: “manitas”, como si necesitara otro después de los dos desde mi bautizo, y no bastara. Pero cuando escuchaba salir de su boca esta risita al verlas, entendí su valor.

Me gustan mis manos, puedo abrirlas para detener a alguien o cerrarlas para dejarla ir.

Y por esto, ahora mis manitas, han decidido dejar ver su lado senil, esto ayudara por el momento.